Coordinado por Harald Klinke, profesor de la MLU (Ludwig Maximilians Universität München) y director de la revista Digital Art History. International Journal, el objetivo de este proyecto experimental fue congregar a historiadores del arte y a expertos en ciencias de la computación para trabajar cooperativamente en microproyectos basados en análisis y visualización de datos.
Coding Dürer. Interdisciplinary Hackathon for Art History and Information Science
A la izquierda de estas líneas os dejo mi presentación, con la que se abrió el hackathon.
Después del primer día, dedicado al intercambio de ideas y a presentaciones generales, el segundo día quedaron constituidos los grupos, cada uno de los cuales trabajó en un proyecto específico. Se pueden consultar aquí.
Hay que tener en cuenta que en un hackathon el conocimiento emerge no tanto del resultado final que se pueda alcanzar, sino del proceso mismo que guía el desarrollo del proyecto. Por tanto, la participación, para que sea fructífera, necesita estar basada en una dinámica de recepción y contribución a partes iguales.
Resumo algunas de las lecciones que aprendimos durante estos cinco días.
– La colaboración interdisciplinar requiere de la elaboración de un lenguaje común que sea entendible por todas las partes. Esto implica que el historiador del arte debe adquirir, irremediablemente, conocimientos que van más allá de su tradicional bagaje intelectual. La mente ha de abrirse a nuevas áreas del saber.
– La colaboración interdisciplinar implica «integrar» modelos de pensamiento y metodologías de trabajo procedentes de disciplinas tradicionalmente ajenas al ámbito de la Historia del Arte (Ciencias de la Computación, Física, Biología, Ciencias Naturales, Ciencias Estadísticas, etc.). Es decir, no se trata de yuxtaponer, sino de construir un marco de trabajo y de pensamiento híbrido.
– La investigación innovadora del siglo XXI requiere su apertura a formas creativas de experimentación. Esto implica diluir las fronteras tradicionalmente establecidas entre investigación académica y prácticas artísticas. Véase, al respecto, la sugerente e inspiradora presentación realizada por Mario Klingemann.
– Para todo ello, resulta necesario promover nuevos espacios de encuentro y constituir nuevos marcos de relación. Fórmulas como el hackathon resultan sumamente útiles, pero son limitadas porque se circunscriben a un periodo concreto. El ideal es caminar hacia una normalización de estos espacios donde el conocimiento fluya sin restricciones «disciplinares».
– La hibridación entre tecnologías computacionales, medio digital y problemáticas histórico-artísticas nos conduce a repensar las categorías tradicionales en las que se ha basado tradicionalmente la construcción de los discursos de la Historia del Arte. Dicho de otro modo, la pregunta-clave no radica, por ejemplo, en dilucidar cómo podemos procesar las imágenes mediante software específicos basados en reconocimiento de patrones (aplicación de tecnología), sino en cómo esto transforma la noción de visualidad que hemos manejado hasta ahora para explicar el funcionamiento de las imágenes y, más concretamente, de las imágenes denominadas «artísticas».
– Incidiendo en esta cuestión: buena parte del trabajo del historiador del arte consiste en comparar imágenes; por tanto, las nociones de similitud y diferencia son pilares centrales de los mecanismos intelectuales que han dado lugar a la Historia del Arte tal y como la conocemos hoy. ¿Cómo se pueden problematizar dichas nociones desde la perspectiva de la tecnología computacional, que teóricamente se basa en los «mismos» procedimientos para el reconocimiento y categorización de imágenes?
– Finalmente, parece claro que el desarrollo de una «nueva» Historia de Arte modelada por las tecnologías computacionales y digitales constituye ya un hecho irreversible. Lo que no queda tan claro es si las estructuras académicas están preparadas para asimilar esta redefinición epistémica y metodológica en toda su complejidad.